El presidente del PSOE José Antonio Griñán presentará este mes la reforma constitucional para una España federal. En líneas generales defiende un Senado con más poderes y una ley fundamental de financiación. La idea básica es superar el Estado de las autonomías. En suma, buscar un punto de equilibrio entre el independentismo nacionalista y la «recentralización» del Estado. En suma, un Estado sin contenido, sin cabeza.
El Partido Socialista considera que hay que dinamitar el Título VIII «especialmente después de la sentencia del Tribunal Constitucional que retocó algunos aspectos sustanciales del Estatuto de Cataluña, que había sido aprobado previamente por el Congreso de los Diputados y el Parlamento catalán, y ratificado en referéndum por los ciudadanos de Cataluña». Entonces, ¿para qué sirve el TC?
Ni una referencia a la promesa de Zapatero a Maragall: «Pascual, lo que apruebe le Parlament, saldrá adelante en el Congreso». De aquellas irresponsabilidades tenemos ahora estas amenazas. En vez de construir una defensa común y firmar un Manifiesto con PP y UPyD para defender la unidad de España, los socialistas ora se abstienen ante el pulso de Más, (PSC), ora apoyan a Bildu (PSE) ora piden la supresión de las provincias y las Diputaciones (PSV).
Antes de que el PSOE nos meta en otro debate sin salida como el de la España plural, Rubalcaba debería aclararnos qué solución dará a los privilegios del cupo vasco, a la fiscalidad foral de Navarra o, sin ir más lejos, al PER andaluz. ¿O es que vamos seguir también con un federalismo asimétrico en un país donde todos deberíamos ser iguales en derechos y en deberes? ¿Qué hará el PS para que el español sea lengua oficial en todo el territorio nacional? ¿Cómo convencer a los nacionalistas de la bondad federal cuando son los primeros que no creen en ella? ¿Recuerdan cómo terminó el federalismo de la Primera República? En un carajal cartagenero. ¿Y la Segunda? Con la proclamación de la República catalana que duró 10 horas? Allí estaba ERC rompiendo la baraja constitucional. Como ahora.
La prioridad en España hoy no es el federalismo sino la crisis y el objetivo inmediato la creación de empleo porque frisamos los 6 millones de parados. Todos tenemos parados en casa. Desgraciadamente.
Decía José Bono hace unas fechas que a los españoles les gusta votar PSOE. Y, si como asegura Page, populares y socialistas comparte una misma idea de país -diga España, señor alcalde- nada mejor que apoyar la Constitución y cuando salgamos de la crisis precedan a su reforma donde la lealtad sea el eje para su actualización.
Mientras nos colocamos al otro lado del túnel, el PSOE lo tiene fácil: acudir a los próximos comicios -que serán en Cataluña- con la siglas PSOE y no con esa sopa de letras que ha distorsionado el mensaje de un partido que tiene poco de socialista y de obrero y casi nada de español, y que tras el septenato de ZP ha quedado herido de muerte. Y todavía dice en la televisión que no se arrepiente de nada.
La falta de unidad del socialismo español tiene mucho que ver con el secesionismo nacionalista; el PSOE es hoy más necesario que nunca pero lo verdaderamente importante es España. Y los españoles, claro.
Con un Griñán tocado por los EREs, un inédito «invictus» Tomás Gómez, Bautista de Carme Chacón que toca la cítara mientras Pere Navarro defiende el derecho a decidir, un José Blanco (fácil) que quiere redimir Galicia como un «campeón»; un Patxi López, a la espera de adular al PNV, que permitió a sus amigos cobrar la extra de Navidad mientras se la negaba a los funcionarios, y un ocurrente Ximo Puig que quiere eliminar las CCAA y reverdecer el horizonte de «naciones y nacionalidades», sólo Rubalcaba, Jaúregui, Bono y García Page, -tanto monta, monta tanto-, pueden poner un poco de cordura en este PSOE desnortado. ¡Que los dioses nos sean propicios en esta interminable cuesta de enero!