LA REFORMA de la Constitución para poner coto al despilfarro público es el mejor legado de Zapatero en su recta final de mandato. Probablemente lo haga a iniciativa del BCE por la compra masiva de bonos españoles. Lo importante es que por vez primera en ocho años, PSOE y PP se ponen de acuerdo para hacer algo juntos a favor de Europa, de España y de los ciudadanos. Es un buen precedente porque se necesitan pactos nacionales para cerrar el mapa autonómico, la ley electoral, la sucesión a la Corona, el futuro de las Diputaciones, de los sindicatos, de los partidos políticos, de la atronal, de las televisiones regionales de la lucha antidroga, del final de TA, del agua, de la energía o de la educación. Todo, para crear empleo.
Para este tiempo e cambios en todas direcciones se ecesitan políticos experimentados. No sorprende que personajes como Bono y Guerra o
superministros como Salgado y Chaves estén pensando en abandonar el barco de ubalcaba. Han bastado unas horas de negociaciones ntre populares y socialistas para saber que con el candidato Pérez es difícil entenderse porque sigue instalado en la demagogia del 15M.
En este contexto, la figura de José Bono es esencial para que éste y los pactos siguientes se culminen n una próxima legislatura antes de que los nacionalistas y Bildu-Eta nos estrocen la convivencia. Nadie mejorque Bono –amigo personal de Rajoy- para culminar todo el proceso.
Pase lo que ase con Rubalcaba, los socialistas se verán bocados a un congreso en primavera. Es el momento en el que José Bono acceda a a presidencia del PSOE para darle al argo el rango y la dignidad que le imprimió Ramón Rubial. Con escaño en el Congreso -por Toledo o Albacete-, Bono se convertiría n el hombre puente para acelerar las reformas necesarias mientras actúa de ortafuegos dentro de un PSOE calcinado. Fuera del Parlamento, los consejos y eflexiones políticas no sirven de nada.