VISITA A PEVAFERSA
Por Antonio Regalado / Fotos: M. Cruz Sánchez
LLEGAMOS A L AHORA CONVENIDA. Con un cielo gris amenazando lluvia. Sin frío. En Pevafersa, se trabaja sin prisa pero sin pausa. Su presidente –y anfitrión nuestro- Antonio Berdión, compañero trinitario en Alcázar (1960) y Santuario Virgen de la Cabeza (1964) nos recibe con un fuerte abrazo y un café. Acudimos a Toro, Pedro Ampuero y Leonor, desde Toledo; Luis García y Esther (Vitoria), Santiago Gómez con Sagrario; el pater José Maria Ledesma y este cronista con su Cruz-Carmen, desde Madrid. Por reencontrarse uno con los amigos, ora en Alcázar, ora en Madrid, ora en Andújar, bien vale la pena acercarse hasta la otra orilla del Duero a su paso por Toro. Un Duero crecido por las lluvias de días pasados que anegó, como sucede desde hace milenios, la vega sobre el sur. Echamos de menos a Paco Bermejo, Simón Cordero, Marcial Alvarez, Cirilo Madrid y José Antonio Villarejo, que a última hora excusaron la invitación por problemas laborales y de salud.
En el salón de Juntas de la empresa, Santiago nos pone en antecedentes de cómo estaba el nuevo censo de antiguos alumnos y propone un decálogo de principios que sirvan de base para futuros encuentros. La filosofía trinitaria (entrega a los demás, solidaridad, ética, austeridad, ayuda, compromiso…) la predicamos y la practicamos. Nada nos era ajeno. Principios y valores a los que no se puede decir que no y que nos han enseñado a vivir con dignidad.
Y tras ese primer contacto, visita a la ciudad. El Ayuntamiento es el epicentro de la muy noble y muy leal villa de Toro. Nos dieron la bienvenida, -en ausencia del alcalde Jesús Andrés Sedano, de visita oficial en FITUR- el primer teniente de alcalde, Fernando Caballero, el responsable de Hacienda, José Luis Prieto y dos concejalas que viven los problemas y las soluciones del pueblo en carne viva: Maricanto Marcos, encargada de la Cultura y Francisca Hernández, que se ocupa, entre otros menesteres, de Festejos.
Con un equipo 10 como éste, los toresanos pueden estar tranquilos porque su presente y su futuro están de buenas manos. El Ayuntamiento está regido, pues, por gente seria, trabajadora, honrada y responsable.
El peso del pasado
Toro es un cruce de caminos por donde se va y se llega a todas partes. La Casa Consistorial se está remodelación interna y externamente. Hacía falta. El peso del tiempo no perdona. En sus estancias se han escrito y vivido algunas de las mejores páginas de nuestra historia. No resulta exagerado decir que aquí, se forjó la unidad de Castilla y de León. Toro fue la primera ciudad donde se reconoció a Fernando III el Santo como rey de León. Aquí nació Juan II de Castilla, que litigó durante toda su vida contra todos: aragoneses, árabes del reyno de Granada, portugueses, ingleses… y murió tremendamente solo en Valladolid (1454) tras haber consentido el ajusticiamiento del condestable Alvaro de Luna. El hijo de Enrique III el Doliente y Catalina de Lacaster se murió abrazado a la melancolía. Estas fueron sus últimas palabras: “Naciera yo hijo de un labrador e fuera fraile del Abrojo, que no rey de Castilla”. Vanidad de vanidades y todo vanidad.
Y más de un siglo después, en Toro (juanista) se libra la batalla por la unidad de España. Una guerra civil más que enfrentó a Fernando e Isabel contra Juana la Beltraneja, heredera de la corona de Castilla y los ejércitos de su esposo Alfonso V de Portugal. Aragoneses y castellanos ganaron las batallas de Burgos, Olmedo y el castillo de Toro se rindió en 20 de octubre de 1476. La unidad de España se forjaría tras esta penúltima batalla a orillas del Duero. Y Toro, tomaría partido nueve lustros después (1521) por las tropas comuneras del obispo Acuña y del salmantino Francisco Maldonado, derrotados en Villalar (1521) por las tropas imperiales del emperador Carlos I. En tiempos de los Austrias, Felipe IV, tras caer en desgracia su valido, el Conde-Duque de Olivares, éste fue desterrado a esta villa en 1643. Por historia que no quede. No es casual que su santo patrón sea el Santo Cristo de las Batallas. Aunque es bueno dejar caerse por aquí en Carnavales, Semana Santa, La vendimia, San Agustín y, cómo, no en la festividad de la Virgen del Canto.
Tradición democrática
Ahora que castellanos y leoneses celebramos 1100 años la fundación del reino de León; ahora, precisamente ahora que el investigador australiano John Kane en su Vida y muerte de la democracia ha puesto de manifiesto que somos la cuna de la democracia y no un invento de los ingleses; ahora, decía, era un buen momento para acercarnos a Toro, la décima ciudad en ingresar en el club de ciudades y villas con voz y voto en las Cortes leonesas, detrás de Zamora y antes que Madrid. Cuatro siglos duró la aventura en Cortes de esta ciudad que hasta 1833, con la nueva división territorial de Javier de Burgos, fue capital de provincia a la que dio nombre.
Corría el año 1188 cuando el joven rey Alfonso XI convocó al consejo de obispos, de nobles y de representantes de las ciudades de su reyno para “comprometer a no declarar la guerra, ni tampoco a firmar la paz” sin el consentimiento de los representantes de los estamentos del clero, la nobleza y el pueblo llano. La pésima situación económica y la amenaza musulmana eran en los albores de la Edad Media, los problemas mayores. La historia se reescribe a sí misma. Ya Toro, en la frontera del Duero, había forjado un pasado de esplendor. Antes de que los romanos se establecieran allí, existieron campamentos para luchar contra los cántabros y astures, en el año 28 a. de C. Los fenicios la conocían como Albucela y Arbucala.
Si las piedras hablaran, nos contarían la historia del toro de origen vacceo, -quizás dé origen al nombre- entenderíamos mejor la vida tras las murallas defensivas que protegían la ciudad de riadas e invasiones; comprenderíamos la fortaleza del puente del siglo XV levantado por romanos, destruido en varias ocasiones, dinamitado por los soldados de Napoleón. Y cómo ha vuelto a renacer de sus cenizas. Pero, sobre todos los monumentos, se levanta la colegiata de Santa María la Mayor, del siglo XII. Es el mejor empleo para seguir la larga transición del románico al gótico. En la sacristía, el famoso cuadro de la Virgen de la Mosca y la custodia de plata, otorgada en depósito por los ingleses en 2001, bien merecen una visita. El Pórtico de la Majestad es retablo románico-gótico, en piedra, magnifico lugar para guardar silencio, meditar y escuchar al experto. Confirma cómo la fe se transmite de una generación a otra a través de los símbolos. Allí en ese espacio esculpido de abajo arriba se divisan con claridad las coordenadas del ser humano en la línea del cielo entre el bien y el mal. El Juicio Final como ejemplo de premio a los justos y de castigo a los pecadores es todo un mensaje subliminal par el pueblo inculto que apenas sabe leer ni escribir pero sí interpretar la alegría y el dolor de las alegorías escritas de izquierda a derecha y de derecha a izquierda del Creador, esa piedra arcillosa a la que se le ha restituido el color rojizo, ajado por el paso del tiempo y del olvido.
Nuestro anfitrión es Francisco Caballero, primer teniente de alcalde de Toro y un enamorado de su ciudad. Sus explicaciones son una ventana abierta sobre el tiempo. Conoce cada esquina, cada rincón de la Colegiata. El mejor cicerone para conocer su planta, sus ábsides, sus bóvedas, sus arquivoltas, capiteles a derecha e izquierda, simétricos como cincelados por un espejo; nadie como Caballero para explicarnos las luces, los rosetones, las puertas del norte y del sur, las ventanas, las cabeceras, las columnas, la planta, la torre… La restauración del noreste culminará una década de trabajos de conservación que es el mejor legado a las generaciones venideras.
La mirada se pierde en la vega del Duero, otrora frontera de los reinos cristianos. Allá abajo, en la parte sur del rio, se libraron las mil y una batallas de esta tierra comunera, siempre añorando una Junta y esperando un capitán.
La iglesia de San Lorenzo, los restos de San Pedro del Olmo y Santa María de la Vega, de origen mudéjar con otros monumentos que merecen gastar con gozo el tiempo del viajero. Tras la visita al Pórtico de la Majestad, uno sale anonadado por tanta belleza y el aire de la vega se agradece mientras el sol se bate en retirada con las nubes de enero.
Caminamos despaciadamente por el Espolón – un paseo sobre el acantilado- hasta la orilla del castillo que espera nuevos cometidos. Quizás, después de tantos años de desidia se convierta en sede de la Fundación de Denominación de Origen del Vino. Porque Toro es famosa en el mundo entero por sus caldos. Cuenta la leyenda que los toresanos eran tan ricos que la argamasa para la construcción de la torre del Arco del Rejoj (siglo XVIII) se utilizó vino en vez de agua, por la gran cantidad que se producía y porque era más barato que traer el agua del padre Duero. El edil Caballero prefiere creer en la leyenda y no malgastar los dineros del contribuyente en demostrar científicamente que la leyenda es una realidad. La historia es verosímil y como se dice en Castilla, bien pudo ser verdad y no haber sucedido.
El buen yantar
El recorrido nos abre el apetito. Y nada mejor que reponer fuerzas en el comedor de la Empresa Pevafersa. Pero antes, el joven ingeniero-jefe, el doctor Enmanuel Buillo, nos dio algunas pistas del complejo mundo en el que viven. Pevafersa fabrica paneles solares, placas que transforman los lingotes de silicio en células que recogen la energía solar y la transforman en electricidad. Antes han trabajado con patente rusa (bi-face; dos caras) pero ahora, en la factoría que dirige nuestro amigo, se sigue una tecnología holandesa, con maquinaria sensible especialmente importada de Canadá, USA, Alemania y lógicamente, Holanda. Es la empresa más moderna del mundo con protocolos rigurosos donde la calidad es el valor añadido por excelencia.
I+D+i en estado puro como impulso necesario para ganar el horizonte. Al visitar la factoría –todo está automatizado- uno tiene la sensación de estar en Silicom Valley. Pero aquí, en Toro, no solo se fabrican células solares para captar energía del sol sino para la exportación. Es el proyecto más ambicioso de crear en España fuentes de energía alternativas, verdes, limpias, respetuosas con el medio ambiente y que permitan la sostenibilidad. Los que hayan visto “Avatar” y su tecnología sofisticada, podrán hacerse una idea aproximada de lo que es Pevafersa.
Para Toro, es una empresa de referencia. En el nuevo polígono industrial se ha apostado por el futuro. Y el futuro, para orgullo de todos nosotros, lo protagoniza nuestro amigo Antonio Berdión que dirige esta empresa pionera en el sector. Almorzamos en el comedor de la empresa. Su restaurante comunal es de lujo. Las personas que trabajan transmiten confianza porque se nota que se sienten a gusto. El menú consta de tres platos. De segundo, resultó obligado tomar cordero. De la tierra. Un acierto. El postre con helado, exquisito. Y el vino de la tierra, naturalmente. Tinto, especialmente embotellado con el anagrama de Pevafersa. Es su regalo institucional. Agradecimos personalmente al “maitre” Miguel Angel su trabajo y a Laura la persona que nos sirvió el almuerzo con tanta profesionalidad como cortesía.
Nuestro anfitrión había cumplido. Así que, si Antonio nos sorprendió, –“todos nos quedamos boquiabiertos con la calidad de las instalaciones y el protocolo de trabajo de última generación, con 50 millones de euros invertidos solo en la planta de células, con una producción de 60.000 Megavatios/año”- nosotros teníamos una respuesta, un secreto, guardado celosamente.
A iniciativa de Pedro Ampuero, para recordar la efemérides, decidimos regalarle una placa conmemorativa con la siguiente inscripción: “Los compañeros trinitarios, con motivo de la visita a la factoría Pevafersa, a Antonio Berdión Cortés, por su generosa hospitalidad. Toro, 22 de enero de 2003”. Era la mejor manera de darle las gracias por una jornada inolvidable. Gracias, Antonio. Prometió (y lo cumplirá) ponerlo en su despacho para recordar que los amigos trinitarios de ayer seguimos apoyándole en esa responsabilidad y que nos sentimos orgullosos de ese reto. Berdión hace cosas que otros no nos atrevemos ni a soñar. Ser empresario no es fácil. Y menos en estos tiempos de escasez de trabajo. Nos consta su preocupación por lo social, por crear empleo es el objetivo principal; empleo de calidad, lo más progresista. “Todos los ingenieros de esta empresa son de la Región; yo me fio de la buena gente”. El ambiente invita a compartir el trabajo bien hecho.
La jornada terminaba con una visita a otra de las plantas para enseñarnos todo el proceso de ensamblamiento de las obleas en los paneles. La limpieza y el orden, la robotización y el automatismo confirman que estamos en una factoría avanzada que desde Toro quiere irradiar a todo el mundo. Francia es uno de los mejores clientes. Ahora, la expansión se dirige a Estados Unidos. Costa Rica será la base de lanzamiento hacia el norte y hacia el Sur de Hispanoamérica. Las mejores energías siempre vienen del cielo. El sol también existe.
Etapa final
Ha sido hermoso volver a Toro. Cumplimos otra etapa en el largo camino que iniciamos en 2005, en el Santuario de la Virgen de la Cabeza. Un paso adelante. Lo próximo, quizás, ese gran encuentro de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) para celebrar el cincuentenario de nuestro ingreso en los PP. Trinitarios. Corría el año de 1960… Ayer, como quien dice. Y aquí estamos de nuevo. Con el mismo espíritu de siempre, acudiendo a la llamada de ABC, Antonio Berdión Cortés, que nos recibe y nos despide con humildad y sencillez. Lo que aprendimos allí en el Seminario hace medio siglo… Volveremos.