Los partidos cuando están en el poder se convierten en una oficina de colocación de militantes y simpatizantes. Cuando lo pierden, se desintegran. EL PSOE de Rubalcaba no es la excepción. Muchos de los males que acarrea vienen de la etapa de Zapatero, un buen ex y un mal gobernante; si me apuran, el peor dirigente español y el mejor ex inquilino de La Moncloa. Ferraz paga ahora en carne propia decisiones erróneas como la aprobación del Estatut, las negociaciones con ETA a cambio de entrar en las instituciones; el gasto excesivo (desde el programa E a cebar a partidos, sindicatos y patronal); nuestra política tercermundista con la Alianza de las Civilizaciones, la derogación del PHN y la Ley de Educación de Esperanza Aguirre o la financiación de RTVE. Creía -como todo polític indocumentado- que entregándose al nacionalismo (Pacto del Tinnel) el PP no volvería jamás a gobernar. Y negó la evidencia de la crisis que denunciábamos los «antipatriotas». En resumen: se cargó el PS y dejó moribunda a España entera.
Esa es la herencia que, desde la oposición, administran Rubalcaba, Valenciano y el ínclito secretario de organización Oscar López, un campeón de la incompetencia. Y nadie dimite. Por ello, resulta fácil de comprender el órdago del PSC rompiendo la disciplina en el Congreso y llevando la chorrada del «derecho a decidir» otra vez al Parlament para dar oxígeno al separatismo. Paralelamente, Carme Chacón twiteba contra el desguisado de Ponderada mientras Samuel Folgueral se alzaba con la alcaldía (sueldo y poder) apoyándose en el voto del miserable Alvarez, acusador de Navenka, quedando el secretario general desautorizado nuevamente.
En Guipuzcoa, el PSE vota con Bildu los Presupuestos; en Egüis (Navarra) vota con Bildu y NBai (los progresistas)para desalojar a un alcalde del PSN con quien mantiene la coalición de Gobierno. Y, como los males no vienen solos, Jesús Eguiguren, maltratador convicto y confeso, es reelegido presidente del PSE mientras se declara «de izquierdas, abertzale, partidario de la anexión de Navarra, de la expansión imperialista de Euskalherria y defiende que salga de la cárcel su amigo y «hombre de paz», Ornaldo Otegui. Hasta Patxi Vázquez, después de su fracaso en Galicia le exhó un pulso h se l ganó. Y ahora, se aceleran las detenciones por los Eres en Andalucía, el caso de mayor corrupción de toda la democracia. ¿Va a pedirle a Guiñán, presidente el PSOE, que limpie la administración o que dimita? Y toda esta tormenta perfecta sin una idea sobre la unidad se España. O sobre el paro.
Si a la cúpula socialista le queda un aliento de dignidad debería nombrar una gestora en Cataluña -sin Chacón que no tuvo agallas de votar en el Congreso-, preparar cuanto antes un congreso extraordinario con primarias y abrir el camino a equipos como Bono Emiliano y Redondo Terreros, que conectan con la calle y puedan presentarse con tiempo y con un programa regeneracionista e ilusionante ante los votantes en 2016.
En este tiempo de pasión, desde el Gólgota socialista, deben releer despacio el sermón de las siete palabras. El problema de Rubalcaba no es tanto «apartar el cáliz» de tanta tragedia acumulada si no preguntarse «porqué le han abandonado». Y dejar paso a otros. Empuntarlo a Europa con Jose Blanco Jaúregui y Patxi López de aquí a un año, no seria una opción descabellada después de los hechos consumados. Sobre todo porque hasta para muchos militantes es difícil creer en la resurrección después de un calvario tan encanallado. Quizás, -solo quizás- al PSOE se le podrían perdonar sus pecados «porque no sabían lo que hacían». De los llamados a entonar el Hossana solo nos pocos son dignos se cantar el Aleluya.