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Yo estaba allí/antonio regalado

Era sábado. El sol castigaba a Madrid al mediodía. Desde las 5:00 de la tarde centenares de personas iban llegando a la Puerta del Sol. La organización terrorista ETA había secuestrado dos días antes al concejal del Partido Popular en Ermua, Miguel Angel Blanco como represalia por la liberación del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. El chantaje al gobierno de José María Aznar no admitia dudas: O excarcelaba una lista de precios y trasladado a otros a cárceles del País Vasco O ejecutarían al joven edil conservador.

Todos estábamos pendientes de la radio. Los pequeños transistores los iban informando de lo que sucedía en el País Vasco. Mucha gente imploraba clemencia a los asesinos Txapote y Amalia. Se hicieron gestiones a todos los niveles para evitar el crimen. La cúpula estar en Francia se limitó a confirmar que «una vez que se ha dado la orden de matar a un comando, no se le puede desautorizar». La desesperación iba inundando la tarde mientras muchas personas creyentes rezaban esperando un milagro que nunca se produjo.

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Al filo de las 6:00 de la tarde la cadena SER y Radio Nacional de España intimaban que la banda  terrorista había liberado a Miguel Ángel. Los congregados en el kilómetro 0 se abrazaban llenos de júbilo. 15 minutos después se desmintió la noticia y la gente comenzó a llorar desconsoladamente mientras agitaba sus manos blancas.

 

 

Todo había sido un espejismo. Unos excursionistas encontraron en un bosque cercano el cuerpo agonizante del joven concejal. Le habían reventado la cabeza con dos disparos. Aún así llegó vivo al hospital. Fueron Los minutos más agónicos de nuestra vida. Las plegarias se mezclaban con lis insultos a ETA y sus secuaces.

Llamé a casa para ver qué decía la televisión. Mi mujer lloraba desconsoladamente por el magnicidio. Mi hija, que me acompañaba en el cargo razón de Madrid, estaba muerta de dolor y lo compartía con otros ciudadanos desconocidos. Todos estamos aquí por lo mismo: para intentar que los miserables etarras vascos dejaron en libertad a un hombre bueno.

Era de noche cuando volvimos a casa. A todos nos habían asesinado un poco. Madrid salío a la calle y, tras esos dos disparos miserables, empezó a perder el miedo. Aquel 12 de julio nació el » espíritu de Ermua». El sacrificio de Miguel Angel no fue en vano. ETA comenzó su cuenta atrás. La democracia se impuso la barbarie.

Hoy, 20 años después de 857 muertos, miles de heridos y mutilads, la organización terrorista vasca no se ha disuelto y siguen las instituciones con cómplices con nombres a apellidos: Bildu y Podemos. El espectáculo de Carmena en el Ayuntamiento de Madrd, la purga del PP a los protagonistas de aquella historia terrible e interminable y el intento de golpe de Estado del gobierno catalán,confirman que no hemos aprendido nada para blindar nuestra democracia y nuestras libertades.

Miguel Angel fue un ejemplo para todos nosotros. Es un símbolo. Siempre estará en nuestro recuerdo y en nuestros corazones. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

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