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Julián: a pesar del peso de los días, no hemos olvidado el camino de regreso. Aldehuela no era el camino sino la meta. Estamos listos para volver a empezar. Por resumir, utilizando tus propias palabras “tal vez sea un solo gesto para entenderlo todo”.

 

       Volver a casa

ANTONIO REGALADO

Siempre es hermoso volver a casa. Este sábado 9 de marzo, celebración de san Bruno, obispo y mártir; de san Paciano y de  santa Francisca Romana, hemos regresado a Aldehuela de la Bóveda para arropar a un amigo en su séptimo parto literario. Julian Martin Martin, simplemente, poeta. Sembrados a Voleo son casi un centenar de poemas paridos sol a sol y luna a luna donde la tierra -siempre la tierra- pone su olvido y su dolor por medio.

El poeta confesaba, en su acción de gracias ante el pueblo llano – ante su gente-,  que en este día después del 8-M, las mujeres de nuestra infancia eran iconos de prestigio. Y así fue:  “Maruja, la de Bernardo, ¡cuántos pinchazos¡; Ninfa, la de la farmacia, ¡cuántas aspirinas¡; doña Tere ¡cuánto desvelo  por el saber¡ La señora Baralides, la señora Aurelia, la señora Asunción, la señora Olimpia…”  mujeres con coraje que sobrevivieron a la guerra y a la posguerra con dignidad.

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Julián exhortaba -en conexión con el rapsoda José María Terrones que cree que  las décadas pasan muy aprisa y los años con exasperante lentitud-, exhortaba -decía- a hijos, nietos y familiares de esas mujeres valientes que no solo en este día internacional de la mujer , sino siempre, “serán recordadas y admiradas por este humilde poeta”.

Sembrados a Voleo es un homenaje  a todas las mujeres (y a los amigos)  que le han apoyado en los buenos momentos como éste “pero también en mis debilidades y errores haciendo más llevaderas las inseguridades”, declaraba el autor de Cauces del silencio (1999)

Estoicismo y plenitud

Un poeta -como un periodista o un pintor- es antes que nada un hombre solo. Tremendamente solo. Los versos voltean las meninges hasta que revientan en la cabeza  y  se inmortalizan, negro sobre blanco, en la Lettera 33, tras haber emborronado previamente decenas de hojas tiradas a la basura. O en un ordenador sin alma.  Las musas son el esfuerzo y la constancia. No hay secretos.

Este libro, frente a los anteriores, es una provocación y a la vez una  liberación;  primero porque rompe su lírica y se aparta del  soneto -Julian  Martin es un virtuoso del soneto,- y, segundo ,  porque permite  aflorar su rico y convulso  mundo interior, consolidando una estética siempre austera y estoica, paralela a su propia vida. Nuestro paisano, nuestro artista, nuestro amigo,   ha alcanzado aquí la plenitud porque es auténtico.

El libro que ha presentado en su casa – insisto que la patria de uno  es el lugar donde se va a la escuela-, está formado por tres capítulos que aúnan las 106 páginas. De una parte, los Poemas desnudos, vestidos de amistades, tristezas, cariños, olvidos, temores, otoños y fantasías. De otra, los Recuerdos  y dedicatorias, 30 retratos elegíacos, de preguntas y respuestas, de explicaciones que nadie le ha pedido, de inocentes y santos, de Papeles del martes, -los martes vanidad y soledad a partes iguales- y de seguir los pasos por los mares ausentes.

Amor en geometría, es un tercer capítulo de investigación de fondos y de formas. Un mar de mieses por desentrañar, una fórmula inédita. Un hallazgo, una aventura para seguir aventando sueños y hollando miedos. Además, es una letanía de amor interminable,  con métrica que representan cuadrados, círculos, rombos, pentágonos, rectángulos, incluso una cruz de mayo envuelta en ocres de otoño.

Después del último después, Julian sigue homenajeando a su Piedad, -La Leonor de nuestro Petrarca-,   su esposa y compañera, con todo el corazón. Y sin complejos, haciendo honor a lo que ya escribí días atrás en aricando la infancia, y citando a San Pablo: “el amor no pasa nunca “en Carrascal del Obispo” mientras pasamos nosotros.

He aquí, como muestra,  esta Firmeza en forma de triángulo rectángulo.

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Velada poética

La Casa de la Cultura estaba completa. Seis y cuarto de la tarde. Sol de primavera. Muchos de los amigos de la infancia que compartimos  escuela con el poeta (Chuchi, Satur, Julián, Fonsi, Agustín, Manolo, Cayito y yo mismo – que Dios me perdonen si  olvido a alguno- estábamos allí por dos razones fundamentales: por amistad y por admiración.

El alcalde, Jose Moñita -que también fue maestro en esta plaza- forzó su compromisos familiares para no faltar al evento cultural. Y muchas personas mayores de las que Julián Martin habla en éste y en otros libros como el de Aldehuela y otras nostalgias, acudieron para conocer su nueva entrega poética y llevarse el libro firmado por el artista para regalarlo a los familiares que no pudieron acudir.

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Todo un acierto invitar a otros poetas amigos del poeta a desmenuzar una buena parte de Sembrados a Voleo en propia voz. Maribel del Real, poetisa de verso tierno y de lágrima fácil, no leyó –habló desde el corazón- con esa  calma que da la amistad generosa,  y nos descubrió cuatro poemas nucleares: Liminar, Para mis amigos, Sinceridad y Deshabitado. Su calidez sonora, encandiló a la audiencia:

5F4DC071-6464-4722-A152-61C6B73836E8.jpegJosé María Terrones es un rapsoda con tantas tablas en la interpretación  que  su voz -y sus silencios- coligen que estamos ante un actor consumado que domina con maestría el escenario y al público.

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Dejó claro que es “mucho menor” que su amigo Martin Martin: tan solo 48 horas. Julian nació el día antes que Islero matara a Manolete en la Plaza de toros  Linares (Jaén) el 29 de agosto del 47,  y José María un día después de enterrarlo. Terrones  dio  vida nueva  a 100 palabras de amistad, Sin riesgo ni reflejo, Inocentes. Santos – Homenaje a Miguel Delibes-, y Extremeña azul. Maribel y Terrones, recitaron al unísono este poema que fue doblemente ovacionado por la concurrencia:

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Roxana, poeta y también amiga del autor, dotó de fuerza expresiva y conmovedora, otros dos pedazos del libro que co-presentamos: Perdidos en la nada y Preguntas.

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El pueblo de Aldehuela no falló a su poeta predilecto. Allí estaban también sus hijos: Julián, Eva y Piedad. Y en la usencia, su hermana Rosa y su hija Ana, gran escritora y amante de la tradición oral de nuestro pueblo, que viven a 36 kilómetros… no de Salamanca, sino de Barcelona. Pero su presencia era notoria. La familia que escribe y lee poesía unida, permanece unida. Tiene lógica. A mi me cupo el honor – el honor, no; el privilegio- de recuperar nuestra infancia.

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Cerró el acto el autor de Sembrados a Voleo (LC Ediciones) para agradecer a todos que le acompañamos  en esta premier literaria que tendrá su continuación en Carrascal del Obispo (abril) y en Salamanca (mayo) Allí estaremos, si Dios quiere, para que el poeta no se sienta solo nunca más.

Julián Martin inició su plática de despedida con el mismo agradecimiento del principio de la velada. “Con ese amor a los recuerdos, y a mis padres, os dedico estas palabras versificadas, que como veréis son sencillas, tal vez ocasionales, quizás vacías del libro, pero llenas de Aldehuela”.  Y nos regaló esta hermosa composición de su nuevo trabajo:

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Julián: Siempre es hermoso volver a casa. Gracias por este encuentro inesperado en la otra orilla del Parnaso.  A pesar del tiempo transcurrido – 25.900 días   con sus 25.900 noches-  gracias a Dios, no se nos ha olvidado todavía el camino de regreso. Aldehuela no era el camino sino la meta. Estamos listos para volver a empezar. Por resumir, robando  tus propias palabras,  “tal vez sea un solo gesto para entenderlo todo.

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Coda: En la presentación aprendimos que la hermana de Mary, la hija del ferroviario,  se llamaba Chaguina y que no eran mellizas; que el nombre de la pescadera primigenia era la señora Amalia, que la señora Maruja la practicanta, cortaba el pelo por una peseta, que el carretero mudo se llamaba Víctor, que la maestra a la que sustituyó doña Tere se llamaba doña Julia y que el señor Crisóstomo murió justo unos días después de que le asignaran el tractor EBRO y, por tanto, nunca pudo disfrutarlo.

Y que las nieves y el paso por los pontones con sus resbalones y caídas eran, en aquel entonces, propios de todos los inviernos. Y un dato clave: éramos casi un centenar de niños y niñas en la escuela. Seguiremos aricando la infancia de los 50 y 60. Hasta que el cuerpo aguante. Gracias.

 

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